Elena Burke

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Dicen que de niña soñaba con ser como la cantante argentina Libertad Lamarque y su primer contacto con la música fue a través del Tango. Pero no fue hasta 1943, cuando al ganar un concurso que convocó la CMQ Radio junto a Rosita Fornés y Miguel Ángel Ortiz, que sellara su eterno compromiso con la canción cubana.

Escuche fragmento del tema AMIGAS que magistralmente cantara Elena junto a Omaray Moraima

Fue entonces la radioemisora Mil Diez y los notables músicos como Isolina Carrillo, Dámaso Pérez Prado y Frank Fernández quienes coadyuvaron a la formación inicial de la que hoy conocemos como Elena Burke, la “Señora Sentimiento”.

Romana Elena Burguez González, su verdadero nombre, fue una de las mejores cantantes que representaron el movimiento del Filin (feeling) que tuvo Cuba. Antes de incursionar como solista perteneció a agrupaciones afamadas como los Cuartetos Facundo Rivera, Orlando de la Rosa y el “Cuarteto D’Aida” donde compartió con otras gigantes de la canción cubana como Omara y Haydee Portuondo y Moraima Secada.

Escuche fragmento del tema AMIGAS que magistralmente cantara Elena junto a Omara y Moraima

Al momento de su muerte, la poetisa Nancy Morejón expresó: “su recuerdo conforma ya una hermosa fábula en la que alienta su leyenda como artista y como persona. Una voz desde las aguas más hondas de los ríos antillanos fluye ahora, para siempre, como un surtidor incesante de la historia de nuestra canción en cualquiera de sus modalidades”.

Las palabras de esta destacada escritora cubana resumen el sentir de quienes alguna vez bailaron o se enamoraron con su voz. Por eso hoy, 28 de febrero, El Portal de la Radio Cubana le rinde este merecido homenaje.

Elena Burke: Señora Sentimiento

Escrito por Jesús Dueñas Becerra

[…]». Las estrofas iniciales de ese antológico número, del maestro César Portillo de la Luz (1923-2013), en la cálida voz de Elena Burke (1928-2002), y con el acompañamiento musical de la Orquesta Aragón, motivaron este diálogo acerca de la vida y la obra de la Señora Sentimiento.

El realizador Ernesto Agüero Boza, albacea testamentario del tesoro musical que se conserva en la fonoteca de la Onda de la Alegría, me reveló que conoció a Elena en una grabación que, para la televisión cubana, le hiciera en el Estudio No. 1 de Radio Progreso. Me saludó como si nos hubiéramos conocido toda la vida.

Para mí fue algo muy emotivo, porque yo admiraba su figura desde que era un niño. Ella, en cambio, me obsequió una amplia sonrisa, que quedó registrada para siempre en mi memoria poética.

Usted se podrá imaginar cuánto significó para mí ese gesto, caracterizado por su espontaneidad y naturalidad. Tanto fue así, que aquel encuentro me sirvió de indicador para conocer la personalidad de los innumerables artistas con quienes me he relacionado durante una buena parte de mi vida profesional en el campo de la realización.

En un estudio de grabación musical tuve el inmenso privilegio de tratar en persona a esa diva de la canción cubana de todas las épocas y de todos los tiempos. Trabajar con una artista de su talla deviene una oportunidad única e irrepetible, signada —fundamentalmente— por una feliz coincidencia, ya que en las manos y en el gusto estético-artístico del grabador está el éxito o el fracaso de una estrella.

Si la grabación se estropea —por la razón que sea— le ocasionas un daño irreparable, y si, por el contrario, queda satisfecha con tu trabajo, la exaltas a la cima de la popularidad.

Con el discurrir del tiempo y estrechadas aún más las relaciones de trabajo, entre Elena y yo nació una linda amistad, que se mantuvo incólume hasta el final de su vida. Éramos casi vecinos, ya que ella vivía a unas cuadras de mi casa, sita en el Vedado capitalino.

¡Cuánto me hubiera enriquecido intelectual y espiritualmente que la Señora Sentimiento hubiera interpretado algunas de mis creaciones musicales!

En una ocasión me invitó a almorzar en su hogar, donde se hallaba el guitarrista que la acompañaba, y le dije que ese día iba a dedicarle mis canciones. Tomé en mis manos la guitarra y comencé a regalarle una verdadera serenata vespertina. Fue una velada inolvidable desde todo punto de vista.

Elena tenía una voz excepcional, con una extensión y unas posibilidades insospechadas. Nada común, con un timbre lleno de sonoridades dulces, y a la vez, poderosísimas. Su canto era de una sublime belleza, solo comparable al de las sirenas; seres mitológicos que hechizan a los marineros cuando están perdidos en alta mar. De una forma sensual y cautivadora, la carismática artista embrujaba a sus admiradores, no solo en nuestro archipiélago, sino también mucho más allá de nuestras fronteras geográfico-culturales.

Cuando grababa, las canciones interpretadas le brotaban del alma, y de una sola vez expresaba lo que quería decir y cómo lo quería decir para que el mensaje llegara a los receptores, y consecuentemente, les acariciara la mente y el espíritu.

La última vez que vi con vida a la Señora Sentimiento fue en un Concurso de Música Adolfo Guzmán, auspiciado por el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), y donde ella tuviera una destacadísima participación. No quisiera finalizar sin antes manifestarle que el grato recuerdo de Elena Burke me acompañará durante toda mi existencia terrenal.

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