Con aroma de tabaco (+Fotos)

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Allí donde quiera que floten/ las volutas azuladas / de un tabaco o cigarrillo/ torcido en tierra cubana, / vivo el espíritu está/ de nuestra tierra antillana.//

Marcelino Salinas

El día del trabajador tabacalero este 29 de mayo, fue tan solo el pretexto para viajar 17 kilómetros y llegar a la fábrica El cacique de la Empresa de Tabaco Torcido Habana de San Antonio de las Vegas, en San José de las Lajas.

En realidad, me dejé llevar por la biografía íntima del tabaco que dibuja en su libro, El bello habano el escritor cubano Reynaldo González, para sentir y vivir como la tradición de elaborar los puros más exquisitos del mundo se mantiene joven y vigorosa tras casi cuatro siglos en este pedacito de la geografía de Mayabeque.

Al tabaco cantemos, / delicia del cubano/ y del mundo delicia apetecida, / consuelo del humano.

Reconocer que la figura del lector de tabaquería sigue inalterable al paso de los años, es el primer regalo de este viaje, y el segundo, el hecho de que el papel le corresponda a una mujer: Rosario Palma Báez.

“Comienzo el día felicitando a los compañeros que cumplen años, luego les comunico las informaciones de la Empresa relacionadas con la producción y después sintonizamos el programa de música variada Juventud 2000. Cuando llega la prensa, alrededor de las nueve y media de la mañana, leo las noticias más importantes del día. Esta lectura puede durar hasta 45 minutos”.

“Cuando faltan quince para las 11 sintonizo la novela de amor de Radio Progreso. Esa es una tradición en todas las tabaquerías del país. Y en el horario de la tarde leo algún que otro libro. También vienen los especialistas de Salud Pública y  el INDER para ofrecer charlas educativas. Entonces se debate sobre diferentes enfermedades, la importancia del ejercicio físico y otros temas”.

“El lector informa y comunica, ese esa su misión.  Llevo muchos años haciéndolo. He aprendido mucho con este trabajo y en los encuentros que se hacen el museo del tabaco de La Habana. Es una tradición que sigue viva en todas las tabaquerías de Cuba, y tengo entendido que en Venezuela se quiere rescatar”.

En un balcón interior en la segunda planta del taller se encuentra el micrófono, una flor artificial y algunos libros y periódicos que han pasado por los ojos y la voz de esta mujer hasta llegar a los obreros. Sin abandonar su labor en las mesas de torcer estos se instruyen, se fortalecen y andan el camino de la sabiduría desde hace más de una década, gracias a Rosario.

Ella me sirve de guía en este recorrido de aromas y colores.

En teniendo una chaveta/ para poder cortar; /no hace falta otra herramienta / para poder trabajar…

La segunda parada es en las galeras donde más de una veintena de torcedores, moldean hojas y tripa para dar forma a los puros.

Anialis Arteaga acumula más de 15 años en el taller, y aunque el trabajo desgasta sus ojos afirma, que no hay oficio mejor.

“Llego siempre a las seis de la mañana y trabajo hasta las seis de la tarde. Lo más importante es que la materia prima tenga la calidad óptima, y como ves tengo las herramientas necesarias: casquillo, chaveta, máquina y tabla de enrolar.”

Y las manos, añado para después acercarme a Madanis Delgado, otra torcedora con más de una década en El cacique, quien viajó este año a Rusia para compartir sus saberes.

“Estuve un mes allá reparando tabacos porque a algunos se les rompe la boquilla…, entonces vamos y les pasamos la capa otra vez. Trabajé también en algunas tiendas especializadas. Es que hacer tabaco es apasionante, mira…, coger la tripa, darle prensa y ponerle  la capa es algo que me gusta y creo que voy a seguir haciéndolo siempre”.

Al fondo del taller cuatro jóvenes entre los 21 y 25 años de edad trabajan también en la elaboración de los puros. Se forman como tabaqueros en un curso que está a punto de concluir. Dainelis Salgado está entre ellos.

“Me gusta conocer el arte de fabricar el tabaco y es una profesión bonita, porque todo lo hacemos con las manos”.

Al cruzar la calle, en un departamento situado justo enfrente del taller principal se encuentran otras secciones claves en la manufactura de la hoja. Y llegamos entonces al área de clasificación donde cuatro mujeres de aguda mirada determinan la vitola de cada hoja de acuerdo a su color, tamaño, brillo y textura.

Sandra lleva apenas un año aquí y ya domina su oficio.

“La cohíba es una hoja más bonita, ves”, me muestra y coloca la plantilla para determinar la vitola.

Tras 18 años lidiando con los colores y aromas del tabaco Marisela demuestra que es una gran conocedora de la hoja.

 “Desde chiquita estoy en contacto con el tabaco. Esto es lo me gusta hacer. Esta hoja es para tabaco de consumo nacional, este es Pirámide, este es Veguero…. Medio siglo, Robusto y Corona son de exportación. Esta hoja es la última de abajo de la planta, pero este manojo da para muy pocos cohíbas…..”, enumera las marcas y miro, pero mis ojos inexpertos apenas advierten las diferencias.

Seguimos andando por la ruta del tabaco y pasamos por el área de preparación de la materia prima donde se ven varios barriles de madera usados para que el capote, que luego cubrirá la tripa, se resguarde con la humedad idónea antes de llevarlo a las mesas de torcer.

Ese habano que yo fumo/ ¿quién fue que lo trajo aquí?

El Departamento de terminado es la última parada de la travesía. Subimos por unas escaleras, y Rosario me concede el privilegio de conocer cómo se otorga prestancia a los puros cubanos de El cacique.

Una de las fileteadoras, Mairelis Martínez embellece las cajitas de madera adonde irán a parar los tabacos según las vitolas.

“Estoy habilitando las cajas, les coloco los fondos, los esquineros, los filetes, la vista….ahora le ponemos el bofetón aquí, es la hoja de papel que cubre la camada superior de tabacos una vez anillados. Por mis manos pasan de 140 a 160 cajas diariamente”.

Esta mujer lleva 16 años en la misma rutina y confiesa que esto como el agua del tinajón camagüeyano, si pruebas el oficio ya no te puedes ir, asegura.

“Es un trabajo limpio, bonito y es un arte. Casi todos los que trabajamos aquí somos de este pueblo ¡ah, y se gana bien”.

En este mismo departamento está el cuarto de climatización donde se conservan los puros ya torcidos a temperaturas que oscilan entre los 17 y los 21 grados. Allí estarán al menos durante una semana antes de ser anillados.

El área de anillado es un local donde laboran seis mujeres. Una de ellas es Marlene Flores, fundadora de la fábrica. Esta mujer reconoce estar enamorada de su oficio y entre tantos puestos en los que se ha desempeñado en casi dos décadas, prefirió este.

“Hay que buscar la mejor cara, la que no tenga manchas, venas, ni baches. Debemos cuidar que no estén rotos. Aquí tenemos las cajas y según la vista o el bofetón de la caja seleccionamos las anillas.

Y antes de irme me aseguró: “Si la salud me los permite me jubilo en El caique porque este es el trabajo que me gusta”.

Pero antes de llegar a este departamento donde, además de pegar las anillas se verifica la calidad y se clavetean las cajas, los puros pasan por el área de Escogida donde laboran otros cuatro obreros, entre ellos un joven de 25 años de edad, Miguel Ángel Iglesias.

“Aquí se clasifican y se montan en la mesa de oscuros a claros. Es una gama de colores. Rechazamos siempre algunos según la confección o la capa, es a lo que llamamos rezago. Después los envasamos y se trasladan al anillado. En la escogida lo principal es tener buena vista. Llevo cinco años aquí y me gusta el trabajo”.

Tanto buen hacer de este gremio de artesanos artistas fecunda la buena acogida del producto de El cacique donde, solamente en los primeros cuatro meses del año lograron elaborar 130 millares de tabacos para la exportación, significó su director, Héctor Ramón Tamayo.

“Tenemos buenos resultados dese fines de 2010, y ahora se acometen acciones de mantenimiento. Ya se reparó el baño de los hombres, ahora se trabaja en el de las mujeres, y se acondicionan las oficinas de Economía y de Recursos Humanos en un local que usábamos como almacén para mejorar las condiciones de trabajo”.

El hombre que tengo frente a mí fue torcedor, jefe de galera y de producción en otros momentos. Él tampoco quiere irse de El cacique, pienso en voz alta y responde.

“Es verdad que hay estabilidad en la fuerza laboral. Muchos obreros llevan más de 10 años aquí y debe ser entre tantas cosas,  por el embrujo del tabaco y porque elaborarlo es sobre todo, un arte”.

Arte es la palabra recurrente en los diálogos a lo largo de la mañana. Esta gente está evidentemente enamorada de lo que hace, de su taller y de su pueblo. Básicamente hacen honor al slogan que los acompaña “Nuestra fortaleza es la tradición”.

Así pienso mientras en el área de embalaje veo cómo el cohíba se envasa en bastones dorados, al tiempo que algunos vegueros más pequeños salen en vistosas cajas bajo el seudónimo de mañanitas.

El producto terminado con el correspondiente sello se envasa en cajas de cartón con capacidad para 27, 35 o 50 cajitas según las vitolas. Pero el viaje de los puros solamente está por comenzar llegado este momento. Tras ser acariciados por decenas de hábiles manos y superar las miradas más incisivas ellos están listos para andar.

La facilidad al quemar, los colores y el aroma determinan su destino. Así es que, llegará a diferentes comercializadoras de Cuba y de otras naciones del planeta donde irremediablemente irá a parar a las manos de los fumadores, jueces de esta obra de refinamiento que acabo de contemplar

Como afirma Reynaldo González en su texto: “Todo esto exige inspiración, buen gusto y talento, junto a la precisión artesanal… y cuando la caja queda vacía en la mesa del fumador continúa el investigador cubano esta evoca muchos placeres, uno incomparable, aquel que nos invita a buscar la compañía de otro puro, semejante y diferente al anterior: El bello habano.”   

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