Soplillar: entre raíces y luceros

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“queda siempre un poco de todo, la única carencia total es el olvido”.                                                                                                                                Miguel Barnet

 

La vida que no se murió

Soplillar fue en otro tiempo una palabra invisible, no más. Quienes nacieron en ese puntito verde-gris del mayor humedal de Cuba, la Ciénaga de Zapata, debieron conformarse por muchos siglos con ser nadie, y permanecer sepultados por “la podredumbre de los años muertos, de los vegetales que no pudieron serlo, de la gente que no pudo serlo”, como dijo el cuentero mayor de Cuba, Onelio Jorge Cardoso.

Pero Soplillar salió del anónimo y ganó celebridad en mil 961 durante los convulsos sucesos de Playa Girón, hecho conocido también como invasión de Bahía de Cochinos. Entre las víctimas que dejó el ataque mercenario se cuentan algunos habitantes de ese lugar, y un trozo de aquella historia inspiró el poema Elegía de los zapaticos blancos del Indio Naborí. Los versos de Jesús Orta Ruiz sirvieron para contar y cantar lo más bello y doloroso del alumbramiento de la Revolución en la Isla.

Hasta allí viajé ayudada por la magia de la radio para conocer la historia del Memorial 50 Aniversario de la Cena Carbonera con Fidel, una iniciativa que salvaguarda la memoria colectiva de Soplillar.

Trocando lo sucio en oro

Creado en 2009 el Memorial atrae cada año a más visitantes que se aventuran hasta ese paraíso natural situado a casi 200 kilómetro al este de La Habana. Cuentan que el trayecto es agotador si se hace en verano y complejo en los días lluviosos; pero sin dudas vale la pena llegar hasta allí para disfrutar de un ecosistema bellísimo y de la bondad de personas como Mabel Duque Castro y su esposo Pedro Amaury Santos Llambía.

Son ellos los guardianes celosos de un complejo histórico cultural concebido por el artista cubano de la plática Alexis Leiva (Kcho) y la Brigada Martha Machado en 2009. Recorrerlo es un privilegio con Mabel como guía y aunque sea a través de la vía telefónica.

 “Siempre hacemos como una introducción del por qué surge el Memorial. Después invitamos a apreciar un monumento que fue lo primero que se construyó aquí en mil 999 por idea del historiador del municipio. Es un estanque donde pueden apreciarse algunas especies endémicas de la Ciénaga de Zapata. En el centro hay una estrella que representa la Revolución cubana porque nosotros los cenagueros decimos orgullosos que todo lo que hay aquí es obra de la Revolución”.

Continúo tras los pasos de la bibliotecaria de 44 años. Y como en una presentación de la gran escena ella me describre unos bohíos rústicos fabricados con tablas de palma sin pintar. Enseguida explica que en opinión de Kcho, la clave es preservar la identidad del cenaguero y mostrar la historia en un entorno natural.                           

“Parece que el tiempo se ha detenido aquí. Así lo perciben los visitantes cuando ven los dos bohíos donde se muestra la evidencia gráfica de cómo realmente vivían los carboneros antes del triunfo de la Revolución. El primero, representa la vivienda de Rogelio García. A él se acercó Antonio Núñez Jiménez y le preguntó si Fidel podía cenar con él y la noche del 24 diciembre de 1959.  Después está el bohío de Carlos Méndez, otra familia de carboneros que vivió allí. En aquellos momentos en cada casa vivían diez niños y dos adultos en una miseria espantosa”.

Sigo andando y a la curiosidad se suma la emoción. Siento a través de la línea la emoción en la voz de Mabel, y es que me va a enseñar el lugarcito más entrañable para ella: la biblioteca, una construcción también rústica tal y como la ideó Kcho.

 “En estos momentos tenemos 920 títulos, los últimos 20 donados por Yoel Pardo Guerra, fiel amigo y visitante de la institución nuestra. El 10 de enero de este año, recibimos la visita de Walter Martínez, periodista del programa Dossier que transmite Telesur desde Venezuela. Él no se va de Cuba sin antes visitar el Memorial 50 aniversario, y siempre con bibliografía para la biblioteca nuestra. Aquel día estuvo alrededor de dos horas en la institución. Nos donó un juego de la Colección de Atlas de National Geographi, 17 tomos, y nos contó que no le gusta desprenderse de sus cosas personales, pero siendo para nosotros lo hace con mucho amor. Eso nos hace sentirnos orgullosos porque tiene en cuenta este pedacito de Cuba donde Fidel demostró que la Revolución sería de los humildes, con los humildes y para los humildes”.

 El buen sentido del amor inmenso

Abril renueva la pasión y el recuerdo en Soplillar. En ese batey habitado por poco más de 380 personas vive todavía Nemesia, la de los zapaticos blancos, me recuerda Mabel. En las inmediaciones del poblado está su Memorial 50 aniversario de la cena carbonera con Fidel, como suele llamarle. Pero el sitio más que un museo, es el centro cultural y educativo más importante de los cenagueros.

“En el mes de diciembre se restauró la biblioteca porque nosotros no vamos a dejar nunca que el Memorial caiga, asegura. Y no solo trabajamos para el aniversario de Playa Girón. También tenemos un proyecto que se llama Sembrando amor, una idea que apoya el Ministerio el Interior. Trabajamos con los niños y los jóvenes de la comunidad. Les enseñamos las técnicas de la artesanía y la muñequería de trapo, sobre todo. Quiero destacar y agradecer a los artistas de Villa Clara, Sancti Espíritus y Pinar de Río que tanto ayudan con este proyecto que llega también a los hospitales donde son tratados los niños con cáncer, las escuelas especiales y hasta las penitenciarías. Lo que queremos es llevar alegría y esperanzas a esos seres humanos sin importar su condición física ni el error que hayan cometido. También los sábados y domingos recibimos excursiones de jóvenes cadetes de todo el país”.

Mabel y su esposo Amaury, director y museólogo de la institución son incansables en la tarea de repartir esperanzas, reconstruir la memoria colectiva y salvar la identidad del cenaguero. Hoy se proponen ampliar el Memorial y el patrimonio documental que atesoran.

“No tenemos en estos momentos fotografías de la primera visita de Fidel a la Ciénaga de Zapata que fue el 16 de marzo de mil 959. Hay muchas personas que están colaborando con nosotros porque queremos ampliar el Memorial, hacer una sala expositiva con fotografías de aquella época y donde se incluyan también todas las cenas que se han hecho hasta hoy, como recordación a aquella fecha histórica”.

Se trata de saldar una deuda muy íntima con Soplillar, confiesa. “Mi papá falleció con 103 años y mi mamá, que vive todavía me contaban los relatos de una época terrible. Existía una sola escuelita construida con el esfuerzo común de los carboneros y hasta donde llegaba de vez en cuando una maestra. La miseria era espantosa y todo eso terminó con la Revolución”.

Una cura de tiempo y amor

Soplillar ilumina los manglares y los bosques de la Ciénaga de Zapata. Allí todavía se hace carbón, y se combinan nuevas y viejas costumbres, como una suerte de enlace entre pasado y presente. Lejos de las grandes ciudades la gente trabaja, estudia y construye el bienestar común en un entorno de armonía y respeto. “En este punto del camino no hay marcha atrás”, asegura Mabel en nombre de los cenagueros. Y sus palabras me recuerdan las historias cubanísimas de Onelio Jorge Cardoso quien también me acompañó en este viaje, susurrando todo el tiempo: “Cuando un hombre coge un derrotero y va echando cuerpo en el camino ya no pude volverse atrás”.

 “Cuando vengas, vaticinó Mabel casi al final de nuestra conversación telefónica, verás que hay una escuela primaria de primero a cuarto grado, un consultorio médico con una doctora nativa de Soplillar. También un círculo social, un parquecito infantil, dos salas también rústicas de cine y de Lectura, una idea de Amaury que agradece la gente”.

“Desde aquí apoyamos otros proyectos que se llevan a cabo con los delegados del Poder popular y un taller auspiciado por el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente para formar educadores populares. Mira, precisamente el martes 20 de abril será la graduación de otro grupo de jóvenes”.

Mabel enumeró algunos de los propósitos que esperan materializar en el futuro ella y su compañero Amaury, su esposo desde hace más de dos décadas y con quien tiene una hija en común y una nietecita, Celia Aliec.

“Le pusimos el nombre en honor a Celia Sánchez, una figura muy querida por el pueblo. Si puedes darte cuenta Aliec es Celia también, pero al revés. En agosto va a cumplir un añito, y la llevamos a cada rato al memorial con nosotros. Le hablamos siempre de Fidel, fíjate que ya lo reconoce en las fotos. Cuando lo ve hace el saludo que le enseñó su papá, que es militar”.

Para sellar nuestro diálogo hablamos más del Comandante y de lo que se está haciendo en todas partes para celebrar su cumpleaños 90. Ella simplemente me dijo:

“Creo que la mayor alegría de mi vida sería que Fidel visitara el Memorial. Siempre lo vamos a esperar. A lo mejor pueda venir….. algún día…..”

¿Para cenar también?, le pregunté.

“Nos alegraría muchísimo. ¡Ojalá!”

Con esa misma certeza me despedí de la bibliotecaria cenaguera quien tiene el privilegio de vivir en Soplillar, una joya del imaginario popular que invita desde sus raíces y luceros a andar y andar…….

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