Santi

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                                    Una amiga me llamó para compartir la triste noticia de la muerte de Santiago Feliú, Santi, como muchos han querido nombrarle. Es muy triste. Triste porque aún era joven, tenía tanto que decir, que compartir, amar y desafiar.

No sé si compartiré mi sentir. Solo soy alguien más que dibujó el recuerdo de los conciertos que presencié del Santi; una más de tantos seguidores que aprendieron a escucharlo, no solo a oírlo.

Yo, alguien que no domina términos musicales, siento que se perdió un trovador por excelencia, sagaz, tremendamente inteligente, con un lirismo en cada tema inigualable, de ideales genuinos; sincero, inmensamente profundo. Todo eso me lo dijo su obra que hoy se interrumpe por la enemiga de la vida.

Me encantaba su zurda; fue de los pocos músicos en el mundo que no cambiaron las cuerdas de su guitarra: tocó a la zurda y qué bien lo hizo. Y su vida fue una metáfora: siempre la izquierda. Leí una vez que se negó ir al Servicio Militar; cantó siempre con verdades, por amor y al amor, a la vida, a la patria, su patria.

Será imposible olvidar su físico, su vaso al lado mientras cantaba y conversaba con el público; su ardiente pensar, su legado, su vocación por no cambiar, porque nada desviara su vivir.

Así lo vi, frente a mí; soy una más que amará por siempre al Santi.

¡Caramba, siento mucho esto!!!! Recuerdo ahora estas letras de Santi: es cierto, eso es la vida.

Un adiós y gracias por haber estado aquí, por haber nacido cubano, por tus canciones, por tu izquierda, por tu vida.

Ay, la vida

La vida es suficiente,

si entonces no se acaba

cuando se halló el final

donde se encuentra el pasado con la nada

 

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