Luz en la oscuridad(+Fotos y Audio)

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Jesús Gargallo

Fotos: Michael García Pérez

Todavía guardo en mi memoria aquel día. Eran tiempos en que la radio se convertía en aliada e inestimable compañía. Visitaba por primera vez los estudios de Radio Camoa, mi sueño de joven apasionado por la radio se hacía realidad y ese mundo de voces, sonidos y música se desnudaba ante mi inquietud, para enamorarme eternamente.

Pero mi memoria sigue guardando aquel día y no solo por la curiosidad satisfecha, sino porque como dicen los cubanos “todos los días se aprende algo nuevo”.

Mi mirada se apoderó de él en un instante, se trataba de un hombre alto, dicharachero, amigo de la risa y de un incesante conversar. Se le notaba orgulloso de sí mismo y noble a la vez.

El bichito de la curiosidad se me introdujo en todo el cuerpo, varias interrogantes comenzaron a rondarme por la cabeza: ¿quién era?, ¿por qué estaba invitado a la emisora?

Es cierto que no me inspiraba un artista, literato o escritor. Por más que lo intenté fue imposible relacionarlo con un personaje de relevancia para “Órbita”, mi programa de radio favorito. No puedo negar que sentí deseos de estar en su lugar, y sustituirlo como entrevistado.

Después de varios anuncios, llegó el momento esperado. Se levantó de su silla, pero, casi inmediatamente, todos quedamos en la oscuridad. Recuerdo que entre el frío emitido por el aire acondicionado y el nerviosismo por sentirme completamente a oscuras en un lugar desconocido, el habla se escapó completamente de mi garganta.

Pero, fue su voz, aun sin llegar a ser entrevistado la que se apoderó de la escena: “tranquilos, que de todo se sale y aquí estoy yo, para salvarlos”. La fonotecaria en el desespero de alcanzar el pasillo, tropezó con uno de mis pies y cayó al suelo. Intenté levantarla y terminé en su mismo destino.

Risas nerviosas terminaron por contaminar de incertidumbre aquel lugar; una vez incorporados, su mano tibia, a pesar de la baja temperatura ambiental, tocó mi hombro y su voz volvió a reinar: “tranquilo, jovencito, su primera visita a la que ya es mi casa, no se le va a olvidar”.

Y tuvo razón aquel hombre, quien de pronto se convirtió en guía, amigo y salvador de todos. Con su mano izquierda nos condujo, uno a uno, por el interminable pasillo hasta la tenue luz que llegaba desde una alta ventana. Con su otra mano agarraba con fuerza a su amigo inseparable.

Resulta difícil describir cuántos sentimientos se agolparon de una vez en mi corazón. Aún puedo sentir el apretón de su mano, las palabras de aliento y el golpear de su bastón en las paredes.

Continuaba sin conocer los motivos por los que estaba invitado a mi programa favorito, pero su presencia irradiaba luz en la oscuridad y alegría contagiosa.

Cada vez que llega a mis manos la factura del pago telefónico, lo evoco en mi recuerdo. Es una lástima, que ese día los oyentes no llegaran a escuchar algunas de sus historias.

Sin embargo, me hago eco de una de ellas: sus manos temblaban ante la emoción de compartir su hazaña, mostraba con orgullo un diploma en una de sus manos, y la otra acariciaba el fruto de largas jornadas de trabajo, segundos, minutos, horas, días destinados a confeccionar cientos de sobres para enviar las facturas de pago telefónico, que permanecieron almacenadas durante semanas en la Empresa de Telecomunicaciones (ETECSA) de San José, sin llegar a sus destinos.

En el Taller de Discapacitados

Una tarea imposible de lograr, para muchos, cobró fuerza en las manos suyas y en las de sus compañeros de trabajo del Taller de Discapacitados de San José de las Lajas. Manos que vislumbraban la luz que escaseaba en sus ojos, pero que colmaba cada célula de sus cuerpos. Manos capaces de conquistar los amaneceres y regalar amor y esperanza.

Es cierto que no se trataba de un artista, literato o escritor, pero sí de un hombre desprovisto de imposibles, excelente aprendiz de las enseñanzas de la Escuela de Ciegos de Bejucal.

Se trataba de un hombre perseverante, enamorado de su esposa, una mujer a quien el destino también la privó de la luz en sus ojos, pero que la transmite a través sus sonrisas y palabras dulces.

Se trataba del padre de una joven educada con sacrificio y que hoy lo colma de orgullo, por su dedicación a una de las escuelas primarias de su terruño.

Se trataba de un valiente de estos tiempos que le arranca a la vida instantes de júbilo y anhelos, un hombre que ahora batalla contra una cruel enfermedad, a la que ofrece como escudo su humildad y buen carácter, su tenacidad y ansias de vivir.

Es de esos hombres de los que a apenas se escribe y que desde el anonimato protagonizan hermosas y decisivas páginas en nuestras vidas.

Todavía guardo en mi memoria el día que lo conocí. Es difícil olvidar a quien destila enseñanzas y conquista corazones. Junto al sonido de su amigo el bastón, su nombre se vuelve eterno en mi recuerdo: Jesús Gargallo.

Jesús Gargallo junto a esposa e hija

 

 

Testimonio Radial: Jesús Gargallo, un valiente de estos tiempos 

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