La Habana hoy de cumpleaños

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Fue terrible el parto, es cierto, pero la criatura conserva el encanto de la primera edad. La Villa de San Cristóbal celebra 500 años que, para la vida de una comarca, no es demasiado tiempo. Se le dispensan honores en este aniversario notable con un profuso suceso de luz, y el lapso es solamente un instante para una estrella.

En el ensayo biográfico de la capital de todos los cubanos (y aquí debo mencionar el nombre de la historiadora Alicia García Santana), aparecen las tipologías de cada coyuntura arquitectónica, como una exposición monumental de la memoria.

Dueños y fundadores se marcharon hace bastante rato, pero sobrevive la intención, el concepto, la actitud, en  cada piedra erigida, en cada pieza útil y trascendente, con esa misteriosa capacidad de conversar, de validar su presencia.

Es difícil hallar sobre la faz del planeta a una ciudad a la cual se le cante tanto. Y es una música dispuesta a subvertir olvidos y a la mismísima muerte. Ese himno de Gerardo Alfonso, por ejemplo, lo establece literalmente: “si la vida me desterrara a un rincón de la Tierra, yo te juro que voy a morir de amor y de ganas de andar tus calles”.

La Habana no se cansará nunca de tejer la trama de la congregación humana desde todas las disciplinas  y, en cada festival que ocupa sus espacios y sus horas.

En los contornos del centro histórico, donde la villa encontró hace 500 años su enclave definitivo, abundan signos de reyes y escasean las referencias al dolor de tantos esclavizados.

Falta recuperar la página del campamento primero de 1514 en la costa sur, en la actual provincia de Mayabeque. Si bien es verdad que el proyecto natal en función de la conquista supuso sufrimiento, tampoco faltaron señales de amor. “Por La Habana lo más grande” se simboliza con la pequeña Giraldilla, la obra de Jerónimo Martín Pinzón sobre Isabel de Bobadilla. Tal vez es una promesa. La ciudad, a la manera de tiempos de leyendas.

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