La educación, siempre imprescindible

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Desde el amanecer de los tiempos el hombre vivió en comunidad y sintió esa necesidad de asociarse a sus semejantes. De esta manera se formaba la vida en familia que se valida como el eslabón fundamental de la sociedad.

Al venir al mundo, el bebé encuentra cobijo en sus padres, abuelos u otro parentesco que esté cercano. Es precisamente ahí donde comienza la educación, por ello, repetimos muchas veces que inicia en la cuna.

Pero esta educación no puede desentenderse de los disímiles valores morales que nos acompañarán durante toda la vida. Para ello, por supuesto, la familia debe tener incorporadas estas cualidades, sino, sería muy difícil, y como dice el proverbio: “No se le puede pedir peras al olmo”.

Lo cierto es que el ser humano, en esa idea martiana de la utilidad de la virtud, debe tener y conservar los valores, los mismos que parecen perdidos en este tiempo.

Desde pequeño el niño o la niña precisan de disciplina, responsabilidad, amor a la patria, honestidad, honradez, laboriosidad, sinceridad y otros tantos que describen quiénes somos.

Sobre el tema, mucho se habla y discute como si fuera tan complejo poseer estos valores morales, olvidarlos es casi una manera de enterrar nuestra existencia porque se pierde parte importante de la personalidad.

Ser educado con las personas que están a nuestro alrededor, practicar a diario las llamadas palabras mágicas son llaves que nos abrirán cualquier puerta.

La familia desempeña un roll importante en esta tarea cotidiana que no por diaria es rutina que aborrece, todo lo contrario, enaltece nuestro espíritu y marca nuestros pasos por buen camino.

 

 

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