La familia es un eslabón fundamental en la educación y formación de los hijos. Los padres constituyen un patrón a seguir para su descendencia; por eso es tan frecuente encontrar varios médicos, maestros, ingenieros, albañiles, plomeros, artista en una misma familia.
Pero, con el transcurso de los años preferencias y aspiraciones cambian; la visión de la vida se transforma al aumentar el espectro visual y socializar con otras personas.
Esta situación en ocasiones aclara las perspectivas futuras, pero en otras confunde aún más, y a la hora definitiva, aún no existe claridad de lo que se desea ser.
Sucede que lo que parecía una certeza se convierte en un enigma que pudiera revelarse con una eficaz formación vocacional en los diferentes niveles de la educación, reforzada durante la enseñanza media superior.
Es prudente reconocer especialidades donde sí se realiza un trabajo profundo para estrechar el vínculo con los adolescentes entre las que figuran: el magisterio, las carreras militares, la educación infantil y las ciencias médicas.
Aun así, el accionar se desempeña fundamentalmente, en el último grado de bachillerato, a las puertas de una decisión que pudiera definir toda una vida de estudio, dedicación, sacrificio y amor.
Considero factible implementar acciones desde edades tempranas para captar la atención de los educandos y experimentar en los múltiples senderos a seguir en el futuro.
Pienso en el rescate de los círculos de interés, conversatorios en pos del debate e intercambio con especialistas, visitas a centros de trabajo y por qué no; iniciar desde el primer año de pre – universitario las puertas abiertas convocadas por la Universidad Agraria “Fructuoso Rodríguez Pérez”.
Despejar dudas sobre lo que estudian las diversas carreras y el campo donde se desempeñarán sus egresados, contribuirá a elegir el camino a seguir y despejar la interrogante de “¿qué seremos cuando seamos grandes?”.
