Estamos a tiempo, hagamos un buen uso del idioma

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El lenguaje es la envoltura material del pensamiento y el uso que hacemos de él es nuestra carta de presentación en cualquier circunstancia de la vida.

Aquellos que se caracterizan por ser chabacanes y obscenos al hablar, están muy bien identificados, pues en su agenda lingüística solo aparecen un mínimo de vocablos, con tantos que tiene el español.

Porque lo cierto es que un sinfín de sinónimos y antónimos pudieran sustituir los empobrecidos textos que no terminan de expresar la idea.

¿Por qué subestimar el legado de Cervantes y Martí quienes crearon para el mundo un surtidor de palabras hermosas y giros excepcionales de la lengua, que la han hecho eterna para los hablantes hispanos?

No culpo a los educadores que desde la enseñanza prescolar hasta el preuniversitario insisten en el buen uso del idioma, ni a los programas de estudio, ni siquiera a las nuevas tecnologías con sus escuetos mensajes con símbolos.

Creo que el interés por tener un correcto desarrollo del lenguaje parte de uno mismo, del empeño por demostrar elegancia no solo en la ropa que llevamos, sino también en la manera de hablar.

Aunque, claro está, si desde pequeños se recibe el ejemplo de buenos lectores y parlantes, el sendero está trazado para la posteridad.

Expresar correctamente sentimientos e ideas abre puertas y asegura el futuro en la carrera de la vida y siempre hay tiempo para enmendar el error, cualquier edad es oportuna para aprender.

Eso de que “árbol que nace torcido…” No va con el deseo de ser mejores personas.

Hablar bien nos da fuerzas para educar a nuestros hijos, es ese poder moral que imprime el ejemplo de los gigantes.

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