Escuchar los colores del viento

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Yo hablaba demasiado rápido y enredaba mis palabras en el viento y sus colores. Por eso las tres primeras preguntas que le lancé sirvieron solamente para que ella encogiera los hombros y arrugara el ceño.  

Sus respuestas entrecortadas me invitaron a observarla con más detenimiento y entonces descubrí el dispositivo en su oído derecho. Segundos después estaba en la casa de sus abuelos maternos quienes me regalaron esta historia.

Mélani Fonseca Marrero

En la comunidad Nazareno distante a más de ocho kilómetros del centro urbano de San José de las Lajas vive esta niña que recién cumplió 11 años de edad el 15 de agosto.

Sus ojitos como hojas recién nacidas de un limonero iluminan las pecas en su carita. Es delgada, de cabellos rizos y sonríe sin parar. Mientras yo bebía el café acabado de colar y conversaba con su familia, ella seguía el hilo de la narración y aportaba ideas, opiniones. Ya nos entendíamos mejor.

Tenía dos años cuando su abuela Neysa sospechó de sus dificultades para escuchar. Una mañana la mujer provocó fuertes sonidos a propósito y la pequeña que estaba de espaldas, se mantuvo mirando desde el balcón el paisaje, la gente que iba y venía, sin volver la cabeza.

Fue un 28 de septiembre, recuerda,  y en cuanto su hija, enfermera de profesión, regresó del trabajo le contó sus recelos. Entonces iniciaron un camino que fue menos largo y doloroso de lo que imaginaron. En el Centro auditivo del Hospital Pediátrico William Soler de La Habana le abrieron las puertas y el corazón a Mélani y su familia.

“El diagnóstico, 100 por ciento de pérdida en el oído izquierdo y 99 por ciento en el derecho. Entonces comenzaron los exámenes, tratamientos y las gestiones para el implante coclear. A los cuatro años la implantaron”.

“El implante coclear Cuba lo adquiere en España y eso lleva un proceso. Por fin llegó el día, fue un 30 de julio y el procedimiento fue un éxito. Dicen los médicos que a partir de ese día Mélani volvió a nacer. Después iniciamos las terapias con la Logopeda y ella enseguida comenzó a pronunciar las palabras. Lo más asombroso fue que de inmediato dejó a un lado la lengua de señas”.

En ese mismo tiempo Mélani requirió de rehabilitación física pues la misma infección que dañó su sistema auditivo provocó daños que afectaron su motricidad, el equilibrio y otras capacidades. Pero luego de las terapias y gracias al implante coclear a los cinco años ya ella jugaba con otros niños y se comunicaba oralmente cada vez mejor.

“Cuando cumplió cinco años comenzó en la escuela Pedro Soto Alba, de aquí de la comunidad, y hasta ahora los maestros han sido maravillosos. Terminó quinto grado con más de 80 puntos en todas las pruebas y cada vez que vamos a las consultas los médicos se quedan encantados con la evolución que ha tenido”.

“Ahora le indicaron una prótesis para el oído izquierdo para continuar recuperando la audición. En realidad estamos agradecidos porque el implante coclear cuesta más de 3 000 dólares, y en algunos países hay que pagarlo, aquí no nos costó nada. Tampoco tenemos que pagar el mantenimiento o el arreglo del dispositivo, sin contar que una vez al año lo revisan y le suben el volumen para ella continúe ganando en audición”.

La timidez que advertí inicialmente en Mélani desaparecía en la medida que avanzaba el diálogo. Ella misma me contó cómo protege el implante de la lluvia, de los baños en la playa y la piscina, de cómo se lo quita antes de dormir para protegerlo. Dice su abuela que un día ella le preguntó si tendría que llevar el implante cuando tuviera un bebé. Para toda la vida, respondió la mujer, y la nieta le dijo: Entonces no podré quitármelo para dormir porque no escucharé al bebé.

El mismo amor que ha recibido de su familia retoña en esta niña que siempre está dispuesta a ayudar. Sabe hacer café, limpiar, lavar y otros quehaceres domésticos que no cambiaría por el juego ni la mejor de las diversiones.

Trabajar como dependiente en una tienda cuando sea mayor es uno de sus deseos futuros, pero el más inmediato es que su escuela esté más linda para el nuevo curso escolar.

Es allí y en su hogar donde vibra de un modo especial para ella, la voz del viento que endulza sus oídos y ahora le canta mejor con los colores de la vida.

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