Es la hora del recuento unido

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Trascurren los días de este noviembre que marca sucesos que conmueven al mundo. La paz en peligro, la soberbia y el egoísmo, la complicidad para gestar el odio y la muerte y la manera desenfrenada de hostigar a los desposeídos ofenden al decoro.

Un golpe de estado en Bolivia bautizado por la OEA, un Chile que cada día muestra a sus hijos en franca lucha contra un despiadado seguidor de Pinochet, y por último, lo que parece está de moda, una autoproclamada presidenta, que de manera dramática, toma en sus manos una Biblia, ¿para qué?, pues Dios no se presta para injusticia alguna.

Estos días de noviembre son difíciles. América está brava. La naturaleza llora por las tantas ofensas que en ella se aposentan. El servilismo despunta como arma inseparable de algunos.  Almagro es sordo cuando le parece. La vida, no deja de ser bella, pero el odio, la ambición de poder y las pretensiones del gigante de las siete leguas insisten en tatuar este tiempo con la peor de las suertes.

Como dijo el más universal de los cubanos desde otro siglo: “Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.”

Callar es un delito cuando se sabe a la dignidad pisoteada, cuando se conoce que el terror no es solo amenaza sino realidad que hiere día  día. Callar y ser indiferente no resulta en este tiempo que reclama unidad y civismo.

José Martí presente, es imposible no recurrir a su legado, ahí está la profundidad de su pensamiento, su alerta y perenne: «Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas».

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