El poeta nacional

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A las vertientes más populares de la cultura cubana, les nació una formidable ruta de vindicación hace 116 años: el diez de julio de 1902 llegó a este mundo Nicolás Guillén. Un mundo al cual resultó ciertamente imprescindible por la perenne vocación de consagrarse en lucha por los desposeídos, por los más pobres y necesitados.

Lo que antes de Nicolás fue clave marginada, comenzó a ser desde él, imagen novedosa en la poesía. Llegó por fin a los signos lingüísticos para cristalizar en libros y en pensamiento científico. Esa palabra libre ganó desde Guillén una batalla por la trascendencia. 

Es muy posible que la sensibilidad del poeta le facilitara significar la magnitud de ese paso. Nicolás Guillén aparece en ese proceso de la oralidad a la escritura, en un acto que valida como igualmente redime. Constituye una suerte para la literatura cubana, tener este claro ejemplo de creación que logra increíbles cuotas de justicia. 

Luego entonces, la poesía de Guillén guarda razones poderosas para amarla y recitarla, pues su esencia es sueño compartido. 

En tanto la utopía se aleje, es posible que una zona de su creación literaria se desfase. En Guillén convive acaso una curiosa paradoja: ser un poeta popular, sabido y consabido, como al mismo tiempo muy desconocido. Así y todo, causas asumidas por el poeta lo fijan al minuto que transcurre y al instante por venir. 

La suerte de la poesía guilleneana anda de la mano en la permanencia del son cubano como concepto y componente identitario. También le acompaña la inacabada lucha contra el prejuicio racial. Entre descubrimiento, música y combate aún transita Guillén, a 116 años de su nacimiento como el Poeta Nacional.

 

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