El Granma refrenda las mismas luces para un siglo diferente

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No es menos cierto que en el Caribe siempre hay un barco. El Granma se inscribe en la fundación perpetua de lo real maravilloso en estas tierras de promisión. El 2 de diciembre de 1956 certificaba una inmensidad de razones.

Como los héroes de la saga antigua, los revolucionarios del Granma se hicieron a la mar para desafiarle desatinos y conquistar una libertad perdida. La Historia me Absolverá, por ejemplo, era una auténtica selva de argumentos. Pero el desembarco venía con razones bien dispuestas, llegar, entrar y triunfar.

Así de simple se explicaba aquella arribada por Los Cayuelos de Niquero hace 59 años, que de repetir el nombre de la playa de Las Coloradas, no solo es inexactitud y falta a la verdad histórica. Es restarle heroísmo a la página, porque si la recalada fuera un oleaje acompasado y arena fina, no tendría el dramatismo y las horas duras que narran sus protagonistas.

Uno de los testimoniantes imprescindibles de aquel día, el Che, decía que fue más un naufragio que un desembarco. Él, que en carta a sus padres años después aludiría al Quijote, Rocinante y a la adarga al brazo, nos explica mejor la bendita locura de creer en un sueño, donde resulta preciso desafiar gigantes. El capítulo de glorias cuenta entonces la aventura de 82 hombres en un barquito que tantas veces hace agua, convencidos de vencer en batallas a decenas de miles de soldados.

Como siempre, en la idea y en el acto, la inspiración también estaba en Martí. No se olvida que aquella noche de la luna roja del 11 de abril de 1895, el bote del Maestro y de la Mano de Valientes estuvo más de una vez en peligro de ir a pique. Entonces como el 2 de diciembre de 1956 era pertinente pensar una primavera y hacer de nuevo la Guerra Necesaria.

El Granma refrenda las mismas luces para un siglo diferente, en la percepción quizá de crear el reino de este mundo.

 

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