El Asma Bronquial, una enfermedad crónica común

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Considerada la enfermedad crónica más común en los niños y una de las más frecuentes en los adulos, el Asma Bronquial es conocida desde la antigüedad, presenta una prevalencia mundial que se estima en aproximadamente 300 millones,  posee prevalencia y morbilidad elevadas, fundamentalmente en niños menores de 6 años.

Su etiología es compleja y se caracteriza por hiperreactividad bronquial, inflamación y obstrucción variable del árbol respiratorio. Aunque existen avances importantes en el campo del tratamiento, el impacto económico para el paciente, su familia y sobre todo en los servicios de salud.

En Cuba la prevalencia es ligeramente superior en el sexo femenino y en zonas urbanas. Aparece en cualquier edad, aunque es más frecuente en los primeros años de vida. En la mitad de los casos comienza antes de los 10 años y una tercera parte, antes de los 40. Muy cerca a la adolescencia, se presenta con mayor frecuencia en el sexo masculino, en un proporción 2:1 que se iguala a los 30 años.

Actualmente se evalúan diversos factores de riesgo para la enfermedad, los cuales se dividen en factores predisponentes, causales y contribuyentes, desencadenantes.

Los factores predisponentes son los que determinan la susceptibilidad del individuo para desarrollar el asma. La alergia es el más importante. Se refleja en la tendencia a producir niveles anormalmente elevados de inmunoglobulina E (IgE) en respuesta a la exposición a agentes ambientales. En estos pacientes es frecuente la existencia de una historia familiar de asma.

Los factores causales son aquellos que desencadenan el desarrollo de la enfermedad. Entre ellos tenemos: los ácaros, animales domésticos, mohos, pólenes, productos químicos, polvos, harina, soya, aspirina y ciertos analgésicos antiinflamatorios.

Dentro de los factores contribuyentes, se ubican los que aumentan el riesgo de desarrollar asma en sujetos expuestos a factores causales. Aquí podemos mencionar los fumadores activos y pasivos, infecciones virales en niños, el bajo peso al nacer.

Pueden ubicarse como factores desencadenantes de la crisis de asma bronquial a: infecciones virales de las vías aéreas superiores, el ejercicio, fundamentalmente cuando el ambiente es frío o seco, los cambios climáticos, el reflujo gastroesofágico, el embarazo, los períodos menstruales, la menopausia y la inhalación activa y pasiva de humo de tabaco.

El cuadro clínico de esta enfermedad está dominado por la falta de aire que aqueja el paciente, de comienzo gradual, precedida por una serie de pródromos (cosquilleo nasal, tos seca, lagrimeo, opresión del tórax, estornudos, irritabilidad, insomnio, entre otros) que alertan al enfermo acerca de la inminencia de la crisis de asma.

La falta de aire o disnea se acompaña de sensación de opresión en el tórax y ruidos que el enfermo y quienes le rodean perciben. La tos es un síntoma molesto, agobiante y produce una expectoración escasa, viscosa y adherente, de color blanco nacarado. Generalmente el paciente presenta taquicardia y puede parecer fiebre si hay un componente infeccioso.

En resumen el cuadro clínico del paciente asmático obedece a la obstrucción bronquial presente en ellos. Pero, una vez conocido qué factores pueden predisponer, causar, contribuir y desencadenar la enfermedad, se impone, la prevención y el mantenimiento de medidas que contribuyan a evitar nuevas crisis.

Resulta útil también que cumplan con las siguientes recomendaciones para controlar esta entidad clínica:

1.- Mantenerse alejado de cualquier sustancia que pueda ser perjudicial como el polvo, los ácaros o el pelo de los animales.

2.- Practicar ejercicios respiratorios que ayuden a controlar la respiración y la ansiedad cuando llegue una crisis.

3.- Hacer deporte no está prohibido pero deben realizarse ejercicios de calentamiento e incrementar poco a poco la actividad. El mejor deporte para los asmáticos es la natación.

4.-Debe evitar fumar (el tabaco es uno de los desencadenantes del asma) y procurar alejarse de los ambientes con humo.

5.-Aprender a utilizar con eficacia el inhalador, tomar todos los días la medicación y saber detectar los síntomas de empeoramiento.

Además del tratamiento con fármacos es imoprtante tener en cuenta que la educación del paciente, su disciplina y constancia en el tratamiento, resultan imprescindibles para el control de la enfermedad. En ello no solo está la participación de los enfermos, sino la cooperación familiar; es en el seno de la familia, de la escuela y del centro de trabajo donde todas estas medidas deben cobra vida.

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