Del Moncada al yate Granma

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El arribo del yate Granma a las costas orientales el dos de diciembre de 1956 fue la demostración fehaciente de que el programa del Moncada no era una quimera de simples entusiastas, sino la única estrategia concebida hasta entonces para dar a la nación la ansiada libertad.

Expuesto y defendido por Fidel en el histórico alegato La historia me absolverá, el programa del Moncada tenía bien claro el ideal de que solo un cambio radical y definitivo podía hacer de Cuba una nación digna.

Los asaltos a los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, y Moncada, de Santiago de Cuba tenían el objetivo de tomar esas plazas y llamar a la huelga general para derrocar de una vez la tiranía que llenaba de afrenta a la nación.

Fracasado el intento y encarcelados los líderes tras el asesinato del resto de los asaltantes, el juicio por los hechos del Moncada dejó una lección que todavía perdura, porque el joven abogado Fidel Castro no fue allí a defenderse, sino a defender una causa y todos sus compañeros que se arriesgaron por ella y por el derrotero de la nación.

La histórica defensa realizada por Fidel dejó bien claro que aquella derrota momentánea no detendría el propósito de la Generación del Centenario mientras las causas de la lucha siguieran presentes.

Por eso cuando los revolucionarios fueron liberados por el empuje de la fuerza popular la causa les llevó al exilio no para protegerse de la ruda tiranía sino para seguir por otra vía el mismo objetivo ya comprometido. Entonces Fidel dejo bien claro cómo se debía regresar a la patria desde el exilio.

Cuando el dos de diciembre el grupo de expedicionario arribó por Las Coloradas, no quedaron dudas de que estaban dispuestos a caer abatidos en combate o a dejar la tiranía decapitada a los pies del pueblo triunfante.

Tras el bautismo de fuego en Alegría de Pio, muchos de los valientes expedicionarios pagaron con su vida el desafío pero los doce que lograron reunirse en Cinco Palmas fueron suficientes para continuar y organizar la lucha en las montañas orientales.

De allí bajaron los barbudos el primero de enero de 1959 con la victoria, premisa esencial para poder entonces, dueños de la libertad, implementar el programa del Moncada y dar a la nación la dignidad que hoy defendemos a pesar del cerco económico decretado por los enemigos de la revolución.

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