Celia, esa gran cubana

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Hace 94 años nació Celia, así trasciende su nombre a través de los años, con el aroma de las flores, con el aliento de los campos, con la inmensidad de quien se ha ganado un lugar en la historia porque desde antes habita en el corazón del pueblo.

Leal combatiente de la Sierra y el llano, defensora de los humildes, martiana, incansable y mesurada a la vez, intrépida y tierna, aguerrida y sensible, mezcla de amor y combate, de realidades y esperanzas.

Fue la primera mujer combatiente del Ejército Rebelde, osada, con el valor impregnado al alma en franco desafío al miedo y al peligro, capaz de burlar la amenaza y el odio de los más tenaces perseguidores.

A la heroína que fue la distingue una gran mujer, amante de la naturaleza, de los niños, dueña de una sonrisa que compartió siempre como quien tributa a la vida la alegría por estar y hacer en favor del bien.

Celia Sánchez Manduley es reconocida como la más autóctona flor de la Revolución Cubana, una mujer aguerrida, pero terrenal, a la que me resisto a describir estampada en un  óleo, o en las páginas de los libros de historia.

Fumaba y se acompañaba de esa taza de café que le resultaba imprescindible, era jaranera, tras el triunfo de la revolución resolvió infinidad de problemas a personas de diferentes lugares del país, tanto caló en su pueblo, que muchos cuando no encontraban solución a sus inquietudes, sentenciaban: Voy a escribirle a Celia.

Hoy, en esta fecha que recuerda su nacimiento, Celia se hace presente en cada mujer que decide hacerse a sus sueños, en cada motivo que inspira a construir una sociedad mejor, en las razones que estremecen al ser humano y les insta a no olvidar ese camino emprendido por la paz que hoy disfrutamos.

Ya no está entre nosotros, los que le conocieron se aferran a su recuerdo, a esa sonrisa que hasta el último de sus días desafió la muerte.

Los que escuchan y leen sobre ella tienen el reto sublime de llegar a una gran mujer,  que jamás hubiera aceptado le considerasen extraordinaria porque la humildad fue ella misma, la pasión anidó en su alma con tanta luz como el amor que tuvo para ceñirse a la vida.

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