Barbados en la memoria

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El 6 de octubre de 1976 en el aeropuerto Internacional de Trinidad Tobago, dos venezolanos insisten en abordar el avión DC-8 de la Aerolínea Cubana que efectuaba el vuelo CU-455, con destino a Cuba.

Los dos hombres no dominaban el inglés y esto les impedía comunicarse con las autoridades del aeropuerto para lograr su finalidad. Es así como el joven deportista cubano Luis Morales les sirve de traductor.

Él es uno de los pasajeros del avión de Cubana y forma parte del equipo de esgrima que regresa victorioso del Campeonato Centroamericano celebrado en Venezuela.

Los hombres a los que ayuda son Hernán Ricardo Lozano y Freddy Lugo, dos terroristas, pero él no lo sabe. Tampoco sospecha de la encomienda siniestra que cumplirían.

A las 11:21 minutos de la mañana, el avión DC-8 llega al aeropuerto internacional de Seawell, en Barbados. Los venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano son los primeros en bajar. Parte de la misión estaba cumplida.

A las 12 y15 pasado meridiano, hora local, la aeronave cubana despega rumbo a Jamaica con 73 personas a bordo. En esos instantes quizás, el joven guyanés Raymond Persaud recordaba la fiesta de despedida que le hiciera su familia, orgullosa del futuro médico.

Seguramente, los deportistas cubanos acariciaban sus medallas como la promesa que los llevaría a las olimpiadas, otros pasajeros suspiraban por la novia, el esposo o los hijos que aguardaban en la Isla. Pero, ninguno sospechaba que quedarían atrapados en una tragedia.

Ocho minutos más tarde, el avión DC-8 de la aerolínea cubana se estremece. Acaba de producirse una explosión a bordo y el piloto inicia la comunicación con el controlador de vuelo de la Torre de Seawell.

Los cuatro motores responden ante la habilidad del piloto Wilfredo Pérez que acumula más de once mil horas de vuelo.

Están a tres millas de la costa y ocho del aeropuerto. En sólo tres minutos podrían llegar al aeropuerto y terminar con la pesadilla, piensa quizás la tripulación, pero la realidad es otra.

Otra explosión en la parte trasera rompe el piso y la nave eleva su morro. El copiloto ignora lo sucedido y exclama:

¡PEGATE AL AGUA FELO….!!!!!!!!!!!!!!

El avión se precipita sobre las aguas envuelto por las llamas. En la playa, una multitud observa consternada la escena. En La Habana, en ese mismo instante se detiene la lluvia y en el cielo se asoma un arcoíris. En Cuba ignoran que acababan de morir 73 personas.

Al conocerse la triste noticia, un equipo de expertos cubanos viaja hacia Barbados para desentrañar la causa del accidente, entre ellos está el criminalista Enrique Herrera. Su testimonio fue revelado en el documental La injusticia tiembla del investigador cubano Juan Carlos Rodríguez, también director de la Editorial Capitán San Luis del Ministerio del Interior.

 “Desde que estalló la primera bomba hasta que impactó en el agua transcurrieron cuatro minutos y 50 segundos, espacio de tiempo aparentemente corto pero no para las personas que viajaban a bordo aterradas, quemándose vivas, los más afortunados asfixiados por la combustión de un humo letal. Los pocos cuerpos que emergieron estaban muy afectados. Tuvimos que identificarlos con técnicas forenses, excepto el de una niña, su cuerpo estaba completo, algo que me impresionó mucho. ¡Una niña! Luego supe que era guyanesa y que tenía apenas nueve años”.

El 7 de octubre los terroristas venezolanos Hernán Ricardo Lozano y Freddy Lugo son detenidos y llevados a Trinidad y Tobago. Allí confiesan el crimen, y la investigación lleva a los autores intelectuales del sabotaje, Orlando Bosh-Avila y Luis Posada Carriles. El 15 de octubre, estos son detenidos en Caracas pero niegan su participación en los hechos.

Mientras tanto, Cuba está de duelo. Durante siete días miles de personas pasan frente a los ocho féretros donde se guardan los pocos restos recuperados.

El 15 de octubre de 1976, un millón de cubanos despedía simbólicamente a las víctimas del peor atentado terrorista ocurrido en el Caribe. Fidel Castro acusó ante el mundo al gobierno de los Estados Unidos del crimen.

¡No podemos decir que el dolor se comparte, el dolor se multiplica…pero cunado un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!!!!!!!!

¿Había certeza para la acusación? ¿Qué sucedió en realidad el 6 de octubre de mil 976? ¿Una falla técnica, un error del piloto o una acción terrorista? El equipo de investigadores cubanos que trabajaba en Barbados, entre ellos Enrique Herrera, se encargaron de revelar la verdad al mundo.

“Las conclusiones a las que se arribó por el examen de los restos del avión que salieron a la superficie, fueron corroboradas cuando analizábamos las lesiones que presentaban los cadáveres recuperados. El estudio criminalístico y médico legal de las víctimas ofreció datos que permitieron comprobar de manera objetiva y terminante la presencia de esquirlas metálicas, fracturas, desgarraduras y amputaciones. Todo lo cual, unido a quemaduras y residuos de elementos químicos, típicos en dispositivos explosivos nos llevó a la conclusión de que se trataba de un acto terrorista”  

Luego de un oscuro proceso judicial los terroristas Hernán Ricardo Lozano y Freddy Lugo son condenados a 20 años de privación de libertad por el sabotaje al avión de Cubana.

Orlando Bosch vivió hasta su muerte libremente en Estados Unidos gracias a un parole otorgado por expresidente George Bush. Y el caso de Posada es aún más bochornoso. Fugado de una cárcel de Venezuela, aparece en Centroamérica, luego en los Estados Unidos, gracias al apoyo de la Fundación Nacional Cubano Americana que financió y organizó su fuga.

Así los responsables intelectuales del crimen abominable quedaron impunes de la justicia, pero no de la acusación permanente de los rostros de las 73 víctimas que regresan desafiando la fragilidad de la memoria. Y es que ellos aquel día aciago no murieron, sólo cayeron para ser semillas.  

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