Ayestarán: más que el nombre de una calle

0
422
Luis_Ayestarán_Moliner-foto-Ecured

Desde que el joven Luis Ayestarán Moliner cayó en manos del enemigo aquel 18 de septiembre de 1870 en Cayo Romano, por el litoral norte de Camagüey, estaba muy consciente de su destino. Eran tiempos en que España lanzaba toda su furia sobre el centro-oriente cubano. Ardían literalmente las propiedades de los criollos, y los prisioneros eran pasados inmediatamente por las armas. Consecuentemente con su propia existencia, con valor y “sin jactancia” –como reconocieron sus captores—el muchacho se dispuso a morir.

La ciudad donde nació le dispensa un segmento de su trazado a manera de recuerdo.Una de las arterias más conocidas de la capital, sembró en la cotidianidad de la gente el apellido del héroe, asesinado en el garrote vil el 24 de septiembre de 1870 en el Castillo del Príncipe, en la Loma de Aróstegui. El nombre perdura así, entre lo sencillo y coloquial del diarismo habanero, aunque los pormenores de una existencia breve se desconozcan.

Sería conveniente reunir la urdimbre, y exponer los capítulos todos de la vida de Ayestarán. Así comprenderíamos mejor los colores de aquel innegable patriotismo de la Guerra Grande, donde no faltaron tampoco odios, ni venganzas ni ambiciones. Usualmente se denota al joven Luis apegado al “idealismo doctrinario” de los camagüeyanos, lo cual lo ubicaba sin falta entre los opositores de Carlos Manuel de Céspedes.

La historiografía apunta “las academias” universitarias de los estudiantes de entonces. Eran encuentros encendidos, donde uno de ellos exponía un tema siempre en presencia de algún profesor. Luis Ayestarán Moliner compartió en numerosas ocasiones con Ignacio Agramonte, con Antonio Zambrana y con Rafael Morales (Moralitos). Desde antes de comenzar la contienda bélica, ya se perfilaba la barricada que ocuparía en el futuro lance de pensamiento.

No puede decirse que nació en cuna pobre el 16 de abril de 1846. El padre era dueño del ingenio Amistad en Güines, aunque ciertamente poco tiempo después se arruinó. Así y todo, Ayestarán estudió en el Colegio Harrington en Nueva York, y luego en el Colegio de El Salvador fundado por José de la Luz y Caballero, donde llegaría a integrar la plantilla docente como profesor de griego y de inglés.

Ya graduado en Derecho en la Universidad de La Habana, lo encontraremos más tarde en el bufete de José Morales Lemus, un furibundo reformista que la ola revolucionaria lo irá empujando a playas de mayor radicalismo. A menudo se afirma que el joven Luis fue tal vez el primer habanero en unirse a las huestes mambisas. El 20 de noviembre de 1868 salió en vapor rumbo a Nuevitas. Con Honorato del Castillo fue a Caibarién, luego a Remedios. A mediados de diciembre contactó con los insurrectos.

Su republicanismo proverbial lo colocó en el bando de los camagüeyanos en la difícil prueba de la unidad en Guáimaro. Allí se gana un puesto de cameral. Algún que otro autor lo califica de “soldado antes que representante”, para significar la veintena de combates en que participó, sobre todo en aquella fase inicial, en que la reacción española puso con lo mejor de su ejército acostumbrado a la guerra en durísimo trance a la Revolución naciente, sin experiencia bélica alguna.

Luis Ayestarán Moliner salió el 14 de julio de 1870 rumbo a Nassau con destino a los Estados Unidos en “misión secreta” de la Cámara de Representantes. El poder legislativo había cesanteado recientemente a Manuel de Quesada como General en Jefe del Ejército Libertador. Como respuesta, Céspedes nombró a su cuñado agente suyo en el exterior.

Sobre lo que hizo y dijo el delegado de la Cámara en Norteamérica no existen hasta ahora pruebas documentales concretas, aunque la “misión secreta” parece –como decimos los cubanos—“caerse de la mata”. Se especula sobre consultas entre la gente de la Junta Republicana de Nueva York, donde estaban los seguidores de Miguel Aldama. Las gestiones seguramente se dirigieron a interferir las actividades del general Manuel de Quesada en el extranjero. Y tal vez, por qué no, promover la propia destitución del hombre del ingenio Demajagua de su cargo en la presidencia.

Pero circunscribirlo a una página de cabildeos y de conspiraciones sería demasiado injusto. Ayestarán era ante todo un soldado de la Revolución. Salió de Estados Unidos en el vapor Magnolia rumbo a Nassau el 10 de agosto de aquel propio año. De allí partió hacia la tierra rebelde el siete de septiembre en el balandro Guanahaní, con un importante cargamento de armas y de municiones para las tropas cubanas, acosadas con saña por un enemigo muy superior.

Los tripulantes avistaron un buque español el día 14. Por lo que se ha podido precisar, se trataba de la Cañonera número 15 Soldado que, según bitácoras documentales, se hundiría un tiempo después. Los patriotas decidieron lanzar el armamento al mar y desembarcar en Cayo Arenoso, entre Cayo Romano y la costa norte camagüeyana. En torno a la tenaz persecución hispana se conocerían detalles más tarde.

Un periódico integrista, La Quincena, dio cuenta del arresto de Luis Ayestarán Moliner en Cayo Romano, de su viaje prisionero en el buque Centinela, del alevoso consejo de guerra, de su negativa a recibir sacramentos de los ministros católicos por ser protestante, de su resignación a la hora de morir. La carta a la madre es también una pieza patrimonial: “Moriré como he vivido, con conciencia de haber cumplido mi deber, de no haber hecho mal a nadie, y sí mucho bien a infinidad de personas”.

No siempre, el nombramiento oficial de una calle funciona, ni se logra sembrar desde esa idea el recuerdo de un héroe. Por suerte, aquella disposición formal del siete de noviembre de 1904 de conferirle el nombre de Luis Ayestarán Moliner a la antigua Calzada Gutiérrez de la Vega en La Habana, remontó referencias tradicionales, aunque el homenaje debiera ir mucho más allá de eso y transitar por cada página heroica de la independencia, sobre todo con el paso agradecido de la juventud.

5/5 - (1 voto)

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Nombre