Amanecer de luz

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Preparación para el curso escolar en el IPI Ho Chi Min, en Ciudad Libertad en Marianao.Tomado de Granma

Comienza el curso escolar. Tantas son las emociones que se conjugan antes, que llegado el momento las horas suelen descontarse; el ritual de probarse el uniforme se hace una fiesta gigante;  se alistan los libros, libretas, laboratorios; se ajusta el despertador a la hora temprana.

Comienza el curso con el horizonte claro en las utopías que salvan; con sus montañas de letras para llenar el espíritu; con sus amigos verdaderos y el sosiego de los libros; con ese maestro que –quizá no lo sabes– pero nunca más escapará de ti.

Viene a tejer certezas, concretar tareas, abrigar momentos que se harán anécdotas.

Viene a plantearse retos en aquellos centros que cortan la cinta roja de un nuevo currículo, como parte de una educación que se actualiza para los nuevos tiempos.

Viene a sonar el silbato de una carrera que ganará el maestro si habla en clave de tecnologías; de enseñar los héroes de carne y hueso; de apostar por la formación de ciudadanos justos, críticos consigo y la sociedad que construyen, revolucionarios hasta la médula.

Pocas recetas hay para madres y padres que hoy despiden a sus hijos con mil preguntas; para el avezado maestro que insiste en prepararse, o para el que entra por vez primera al aula. La única fórmula está en asirse juntos, en una comunidad que le abre las puertas como si fuera la casa.

Para los estudiantes tampoco hay prescripción única, a no ser el mandato de disfrutar el camino, de que solo el conocimiento destierra la ignorancia, ese enemigo sutil que empobrece el alma.

Cada curso trae nuevas motivaciones. Ser el primero que inicia sin la presencia física de Fidel, en el que se cumple el aniversario 50 de la caída del Che y sus compañeros de guerrilla, y se celebran elecciones generales en Cuba, son solo algunas de las que en este periodo nos indican el camino. Hacer de la educación esa obra de infinito amor, que prepara al hombre para la vida y le da sentido, constituye la forma más elocuente de ser fiel al legado de esos hombres, y de que triunfe la inteligencia, por sobre la barbarie.

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